" Como la que más A lo largo de los últimos años tuve la oportunidad de participar de muchos talleres sobre intersexualidad, y en su discurrir hay una escena que se repite. Los y las participantes son invitados a imaginar qué ocurrió cuando nacieron, cómo fue que terminaron asignados como niñas o niños, qué parte de su cuerpo fue la que determinó esa asignación, si se produjo en el momento de nacer, o aún antes. En el momento de responder a esa pregunta, los hombres siempre aciertan cuando afirman: un pene. Algunas mujeres también aciertan cuando dicen: no había pene. Y muchas mujeres suponen: alguien debe haber visto que yo tenía una vagina. El fundamento de esa presunción es claro. La penetrabilidad de niñas y mujeres ha constituido históricamente un rasgo esencial de su modo de ser en el género. Sin embargo, esta identificación inicial del género femenino con la capacidad-para-ser-penetrada sólo puede ocurrir si otra operación material y significante tuvo lugar con anterioridad: la comprobación de que nada, pero nada, en ese cuerpo que será el de una mujer, competirá, será tomado, o confundido, con un pene. Pene o no pene, primero. Que el clítoris no parezca un pene, después. Tal es la economía carnal de la asignación de género en Occidente.
Pero ¿qué tanto debe medir un clítoris para ser aceptable y no amenazante? La práctica ritual de clitoridectomías habla a las claras de que su mera existencia es sencillamente inaceptable en distintos lugares del mundo. El 6 de febrero fue establecido así, hace algunos años atrás, como el día de la Cero Tolerancia hacia la mutilación genital femenina en el continente africano, a partir de una iniciativa promovida por el Comité Interafricano sobre Prácticas Tradicionales. En nuestra cultura, que mira con horror tales prácticas, el tamaño “aceptable” de un clítoris oscila alrededor de los cuatro centímetros como máximo –nada llamativamente, el mínimo no es considerado un problema relevante. Más allá de esa medida, que marca uno de los límites férreos de lo femenino, se despliega la amenaza de un cuerpo malformado, virilizado, mal emplazado en su género. A favor de “reducirlo” por vía quirúrgica en la primera niñez se esgrimen argumentos tales como la posible confusión de género, la vergüenza y la discriminación –argumentos asediados por el fantasma de un goce para que el que aun no existen ni nombre ni medida. ¿Acaso alguien podría imaginar, sin estremecerse, una mujer con un clítoris de cinco, ocho, diez centímetros, capaz de erectarse y, quién sabe, incluso, de penetrar?
[...]
La mutilación genital infantil intersex no afecta solamente a niñas; sin embargo, se trata de uno de los procedimientos feminizantes más brutales y literales de nuestra cultura. No solo sufren sus consecuencias aquellas niñas nacidas con un clítoris de extensión superior al promedio, sino también aquellos niños cuyo pene resultó demasiado pequeño para las expectativas culturales sobre su tamaño. “Corregir” quirúrgicamente esos cuerpos se vuelve entonces un imperativo no solo individual sino cultural –a riesgo de vernos enfrentados a enfrentar la locura, ese no saber que amenaza con devorarnos y nos devora. [...]"
Versiones. Mauro Cabral (2007)
Para leer más: Interdicciones (pág. 101)
4 comentaris:
Hui parlava amb el meu alumnat de Batxillerat d'intersexualitat. Un alumne em deia que si descobrira que és una dona, se sentiria malament, no sabria qui és. M'ha sorprés, m'ha fet pensar... en la fragilitat humana: en el nostre deixar la identitat en mans de la moda, de la ciència, d'un cromosoma, d'un kilo de més.
Totes aquestes paraules m'han fet pensar que l'ésser humà encara és molt primitiu, fixar-se només en si es pot penetrar o ser penetrat és del tot... sense sentit. No entenc com en aquesta època hi ha gent amb aquesta ideologia, cada persona, independentment del seu sexe, és el que vol, és el que se sent.
Maria, no m'havia adonat compte del dibuix... Jo tota convençuda de que era un caragol normal i corrent i hui quan has dit això de la foto a classe m'he quedat molt parada i en quant he tingut oportunitat i vingut a fixar-me!
un beset.
(:
Ai, Bàrbara, de vegades les realitats les tenim davant de la cara i no les veiem. Però no patisques: és molt més greu no veure la discriminació, el sexisme... que un penis en un caragol. I tu tens les ulleres lila ben ajustades!!!!
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