¿Cuándo me lo devolverás? (1)

Hace un par de semanas les puse a mis alumn@s de 3r de ESO una pregunta en el examen: Imagina el diálogo que mantienen Marta y su novio Juan cuando él no quiere ponerse el preservativo (aquí estan sus diálogos).

- De las 11 chicas de clase, 1 acepta hacerlo sin condón (aunque al pasarlo al blog cambia de opinión).
- De los 7 chicos, 4 la convencen para hacerlo sin condón (57,1%) y 3 de ellos lo hacen con el argumento final de que la acompañarán a tomar la postcoital (43%).
- Del total de chicos y chicas de la clase, 5 lo harían sin condón (28,3%).

Las razones que da Juan para no ponerse el preservativo, tanto en chicos como en chicas, son más variadas que las que da Marta: No pasará nada (12), Yo controlo, confía en mí, disfruta… (10), Da más placer (9), Nos queremos, hazlo por mí (5), No tengo condones (4), Estoy sano (4), Mañana te tomas la píldora (3), Niñata, sosa… (2), Tendrás que probar, atrévete a hacerlo (2), Es más divertido (1), Rompemos la fantasía (1), Llevamos año y medio (1), Como tú, tengo mil (1).

Marta tiene un argumentario poco variado y sólo en un caso devuelve la responsabilidad al chico: Me puedo quedar embarazada (7), Puedo coger enfermedades, sida… (6), O lo hacemos con condón o cortamos (3 chicas), Sin condón no hay sexo (3 chicas), Estoy más tranquila con condón (1), Hay que prevenir (1), El problema es mío (1), ¿Es que tu quieres un niño? (1 chico).

Llevamos varios días comentando estas cuestiones. Un chico decía que cuando una chica acepta mantener relaciones sin preservativo es “porque no tiene cojones” para negarse. Otro comentaba que las chicas que aceptan son un poco pavas.

¿Por qué las chicas aceptan? ¿Por qué los chicos no asumen su responsabilidad y les da igual lo que les pase a las chicas? ¿Será la diferente educación que reciben unos y otras? Una alumna lo contaba así:

“A las chicas nos educan para ser sensibles, románticas y sobre todo, para que nadie se aproveche de nosotras. A los chicos les educan para ser fuertes e insensibles y para aprovechar cualquier ocasión para acercarse a una chica (siempre con los condones que le habrá dado su padre, claro). En ningún momento nos educan pensando en el placer, simplemente en no quedarse/dejar embarazada” (Primero de Bachillerato, curso 09-10)

En efecto, a las chicas se les enseña que el sexo heterosexual es peligroso por los embarazos y porque los chicos mienten: ¡Todos quieren lo mismo! Aún así, la socialización en el amor romántico tradicional hace que aspiren al amor fusión y a que su bienestar dependa del de la otra persona.

El sistema se lo monta para que ellas tengan que cubrir las necesidades masculinas sin que ellos piensen que tienen necesidades (pues entraría en contradicción con el modelo de independencia de la masculinidad tradicional). Es más, el romanticismo hace que el otro sea central en la vida de éstas y que piensen que necesitan al otro para sentirse bien consigo mismas.

Que las quieran y sentirse deseadas por los chicos se convierte en una tarea fundamental, para la cual despliegan innumerables recursos de seducción. No obstante, el trabajo es doble e incluso contradictorio: por un lado hay que seducir y por el otro, limitar.

Para la primera empresa, las chicas cumplen la Ley del Agrado: vestir el uniforme de género como una tortura placentera (¡A mí los tacones no me molestan!); además de practicar el Deporte dietético (que tiene como objetivo adelgazar; no estar sana o divertirse). La educación de las chicas no está, pues, vinculada al placer sino al peligro y a los sacrificios: a poner mucho en el otro, y poco en ellas.

Para la segunda empresa, la de limitar o frenar a los chicos, las chicas deberán reprimir sus deseos sexuales para no ser tachadas de guarras y reservarán sus cuidados para los príncipes azules, ideales fantasiosos y que impiden ver al otro tal como es en realidad.

Los chicos, por el contrario, reciben menos educación: ¡Si quieres condones, me los pides! pero se les reconoce la sexualidad; en ellos es sexo es natural (una necesidad) y crecen sintiendo que tienen derecho al placer. Además, se piensa que son muy sexuales y que no se pueden controlar (¡Ya dirán ellas que no!). Eyaculaciones y poluciones son bien aceptadas y consideradas signos de virilidad y de madurez. A su vez, el sexo es una demostración de masculinidad.

A diferencia de las chicas, las emociones están devaluadas y se consideran signo de debilidad o de feminidad. Expresar los sentimientos es visto como poco masculino; por ello, los varones suelen tener dificultades para comprender y para explicar lo que les pasa. La presión por ser activos y por controlar, los miedos a no dar la talla… suelen provocar una gran congoja que a veces toma salida insultando a otros varones (“marica” “gallina” “calzonazos”...) o responsabilizando a las chicas de su malestar. Además, la empatía tampoco es un valor muy desarrollado, por lo que tienen dificultades para ponerse en lugar del otro o de la otra. La presión les hace además vivir la sexualidad como una lucha y el deseo como un malestar que hay que eliminar cuanto antes.

¿Tiene todo esto que ver con que los chicos presionen y las chicas acepten?

(continuará)

*Còmic realitzat per Mireia, Yanina, Alba i Marina de 2n ESO